Pronósticos de catástrofes que no ocurren

El análisis económico del día. El Gobernador de Córdoba planteó que estamos al borde de un crack económico. Nadie puede descartarlo, pero tal pronóstico parece exagerado.

La economía no es buena para los pronósticos, en parte porque las autoridades económicas pueden reaccionar. Más ahora, cuando el Gobierno tiene incentivos a ejecutar políticas de corto plazo.


A comienzos de septiembre, el Gobernador de Córdoba planteó que Argentina estaba al borde de un crack económico. Incluso mencionó que había que estar atentos a los siguientes 90 días.

Ya pasaron casi dos tercios de ese tiempo. La economía sigue tan complicada como en aquellos días, pero la presión sobre el mercado cambiario, por donde podría haber sido razonable temer una crisis, ha disminuido desde entonces.

Por supuesto que nadie puede descartar nada, porque nadie conoce el futuro. Y porque la economía está complicada. Una crisis podría ocurrir.

Pero el pronóstico de crisis inminente parecía exagerado hace dos meses, y lo parece aún más hoy.

No es algo nuevo. Los pronósticos de catástrofes que finalmente no ocurren tienen una larga tradición en Argentina.

Hubo pronósticos de hiperinflación a la salida de la Convertibilidad, pronósticos de dólar por encima de $ 10 al final de 2002 (terminó en $ 3.30), pronósticos de caída del consumo mientras la economía crecía fuertemente en 2010 y 2011, pronósticos de fuerte devaluación luego de las elecciones presidenciales de 2011, entre muchos otros.

Pronósticos generalmente defendidos como análisis “técnicos”, “basados en los números”, como si los números por sí mismos, analizados con ciertas técnicas, permitieran anticipar el futuro. Obviamente no es así.

Ocurre que la economía no es un campo del conocimiento especialmente apto para los pronósticos, por múltiples motivos. Por ejemplo, la naturaleza aleatoria de muchos eventos que pueden modificar el curso de la economía.

O el hecho de que quienes inciden con sus decisiones sobre la economía, en particular quienes toman decisiones de política económica, reaccionan naturalmente ante los pronósticos, y por lo tanto los resultados no son independientes de estos últimos.

Esto suele perderse de vista. Cuando la economía funciona mal, y las políticas económicas, lejos de mejorar la situación, la empeoran, suele creerse que una crisis inminente es inevitable, cuando generalmente, excepto en circunstancias muy críticas, cualquier gobierno tiene margen para decisiones que posterguen la crisis, aún a costa de seguir profundizando los problemas.

Y con un Gobierno que ingresa al último año de gestión, el margen para medidas que posterguen una crisis es todavía mayor, aun cuando eso implique dejar los problemas de fondo para el siguiente gobierno.

Todo el mundo sabe que emitir dinero por una ventanilla para financiar déficit fiscal y absorberlo por otra, colocando deuda, no puede durar indefinidamente. Pero mientras dure hasta luego de las elecciones de 2015, el Gobierno estará incentivado a seguir haciéndolo, descomprimiendo las presiones actuales sobre el dólar y los precios, a riesgo de condicionar las políticas económicas posteriores.

La misma lógica que tomar deuda con bancos centrales, que hay que pagar a futuro, pero que hoy sirve para apuntalar reservas. O colocar deuda indexada al dólar.

Hasta lo que hace la oposición puede jugar, en este contexto, a favor del Gobierno.

Cuando Massa plantea que en 100 días eliminaría el cepo cambiario, el Gobierno aprovecha para colocar deuda indexada al dólar y matar dos pájaros de un tiro. Se financia sin emitir dinero y hace caer el dólar bolsa y el contado con liquidación.

Porque comprar un bono indexado al dólar oficial (la propuesta del Gobierno) con la expectativa de que al momento del cobro ya no haya brecha cambiaria (la promesa de Massa) permite comprar dólares más baratos que a través de aquellas modalidades bursátiles de compra de dólares.

Por eso, si es habitual que fallen los pronósticos de crisis inminente, debería ser más natural aún que lo hagan en situaciones como las actuales.

Es la ventaja, para el Gobierno, de que su horizonte relevante esté a tan sólo 12 meses.

El análisis económico del día. Por Gastón Utrera.