El actual peso nació en 1992 y hoy, casi un cuarto de siglo después, conserva la misma denominación de billetes a pesar de que los precios son 10 veces más altos.
Esto genera múltiples complicaciones en el traslado y almacenamiento de dinero, en el uso de cajeros y demás terminales automáticas, entre muchas otras.
Una de ellas es la absurda necesidad de fabricar nuevamente parte de los billetes en el exterior, ya que el enorme volumen de billetes de baja denominación que es necesario imprimir excede la capacidad de producción nacional.
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Absurda propuesta para reducir la informalidad