La actual política anti-inflacionaria fue anunciada, hace ya más de seis meses, en septiembre de 2018, en ocasión […]
Política Monetaria
Sin el enfoque monetario sería imposible comprender la historia inflacionaria argentina, pero transformarlo en un dogma impide comprender por qué la inflación se resiste tanto a bajar, a pesar de la política monetaria contractiva. La inflación núcleo ya lleva un año estancada en el 1.7% mensual.
El Banco Central baja o sube las tasas de interés dependiendo de si interpreta que la inflación está bajando o subiendo. Sin embargo, durante el último año, ha bajado y subido tasas de interés a pesar de que la inflación casi no ha tenido cambios. Algo falla en el modo como interpreta la inflación.
Uno de los objetivos de la libre flotación del dólar que promueve el Banco Central es desalentar el traslado de subas del tipo de cambio a los precios internos. La idea es interesante, pero implica el riesgo de mayor inflación hasta que los precios internos efectivamente se desconecten algún día del dólar.
La inflación en Argentina ha mostrado una marcada persistencia durante los últimos 7 años, en torno al 2% mensual. Aunque la teoría económica plantea que una inflación tan elevada no debería ser estable, la explicación está en ciertos fenómenos no monetarios que inciden sobre la inflación.
Cada mes se concentra en un solo día un monto muy elevado de vencimientos de LEBAC, generando ciertos riesgos. El Banco Central seguramente ha preferido el corto plazo esperando, hasta ahora sin éxito, que una rápida reducción de la inflación le permitiera renovar rápidamente a menor tasa de interés.
La inflación es un fenómeno monetario, pero no sólo eso. Cuando ya es elevada se activan ciertos procesos no monetarios que le dan estabilidad, pero que al mismo tiempo hacen que sea difícil reducirla, especialmente si se recurre sólo a la política monetaria.
La idea de que subir las tasas de interés tiene bajo impacto económico porque el sistema bancario es muy pequeño en Argentina no tiene mucho sentido, ya que las tasas de interés del sistema bancario sirven de referencia para las operaciones en el mercado informal.
Es fácil criticar hoy al Banco Central por la disyuntiva en que quedó encerrado: persistir con la meta, poniendo en riesgo la recuperación, o subir la meta, perdiendo credibilidad. Pero esto no era tan claro al momento de fijar la meta, cuando todavía tenía chances de funcionar.
Cuando, luego de fijar una meta de inflación, no se logra alinear decisiones de empresarios y sindicatos en línea con esa meta, se produce una disyuntiva: insistir con la meta es recesivo, subirla hace perder la credibilidad necesaria para bajar la inflación. En esa disyuntiva está hoy el BCRA.
Aumentar la bancarización es positivo desde muchos puntos de vista pero, en el contexto actual, puede complicar la política monetaria, porque aumenta el multiplicador monetario, justo cuando el Banco Central enfrenta el desafío de cómo contener una emisión excesiva.
El déficit fiscal exige alta emisión de dinero, generándole al Banco Central el problema de cómo lidiar con el exceso de dinero resultante. Promover el uso de medios de pago bancarios puede agravar el problema, por un fenómeno conocido como multiplicador monetario.
Las metas oficiales de inflación generan un dilema. Aferrarse a ellas permite bajar la inflación si quienes fijan precios y salarios creen en ellas, pero es recesivo si esto último no ocurre. Flexibilizarlas evita el riesgo de recesión, pero dificulta la reducción de la inflación.
El fin del dinero en efectivo puede parecer lejano, pero el mundo está avanzando hacia allí. Los debates al respecto son relevantes también en Argentina, pero acá es necesario ocuparse de algunas cuestiones adicionales, como qué hacer con tributos que alientan o desalientan el uso de efectivo.
Devolver parte del IVA en compras con tarjeta de débito puede no ser la forma más eficiente de desincentivar el uso de dinero en efectivo, porque incide sólo sobre quienes están en blanco. Podría tener más impacto reducir impuestos que disminuyan empleo en negro.
A pesar de la enorme emisión que ha hecho el BCRA durante lo que va del año, por el equivalente al 50% de la Base Monetaria, no hubo expansión explosiva de la cantidad de dinero por el gran esfuerzo de colocación de Letras, algo que no puede hacerse indefinidamente.
El Banco Central sigue emitiendo mucho dinero como consecuencia del elevado déficit fiscal. Si bien financia sólo una parte del déficit con emisión monetaria, igual emite dinero para comprar los dólares resultantes de la colocación de deuda para financiar el resto del déficit.
El endeudamiento en dólares del Estado nacional reduce la emisión de dinero para financiar déficit fiscal, pero aumenta la emisión cuando el BCRA compra esos dólares. Y al absorber parte de la emisión con LEBACs, genera luego nuevas necesidades de emisión para pagar sus intereses.
Puede resultar extraño, pero es razonable el asesoramiento sueco al BCRA, porque se concentra en cómo reemplazar el uso de dinero en efectivo por medios electrónicos de pago, algo que podría incluso verse favorecido por cierta sofisticación del público argentino.