La promesa de “resolver los problemas de la gente”

El análisis económico del día. Dejar atrás el deterioro político, económico y social de los últimos años requiere más que un gobierno concentrado en “resolver los problemas de la gente”.

Requiere una sociedad informada, comprometida y consciente de la importancia de las instituciones para limitar la arbitrariedad en los gobernantes.


En medio del deterioro político, económico y social al que llegó Argentina, lo que más parecen ofrecer los candidatos a la Presidencia es concentrarse en “resolver los problemas de la gente”.

Según esta visión, a “la gente” no le interesan ni la política ni los problemas complejos.

Simplemente le interesan sus problemas inmediatos, como sus ingresos, su trabajo, su seguridad y muy pocas cosas más.

Se trata entonces de la política reducida a “la gestión”. Escuchar a “la gente” y resolverle sus problemas.

Para salir de la situación actual, y no volver a ella, no alcanzará con un nuevo gobierno con una oferta tan pobre. La situación de Argentina no encaja en tal reduccionismo.

El deterioro político, económico y social del país es parte de un proceso más complejo que una simple falta de suficiente gestión.

El núcleo de tal proceso es un deterioro institucional, que lleva décadas, pero profundizado en los últimos años.

Cuando es posible que un gobierno condicione a la Justicia, ataque frontalmente a la prensa independiente, maneje cuestiones sensibles como la inteligencia del Estado sin suficiente control parlamentario, utilice a discreción el Banco Central y decida cuestiones fiscales por decreto, a través de facultades delegadas por el Congreso, el deterioro político, económico y social es el resultado más probable, casi ineludible.

La clave no está en elegir gobernantes fuera de lo común que resistan la tentación de usar discrecional y arbitrariamente el margen de acción que le permitan instituciones laxas.

La clave está en crear instituciones que impidan condicionar a la Justicia, eliminar la prensa independiente, usar la inteligencia para fines políticos, esquilmar al Banco Central y usar los fondos públicos como si fueran una fortuna privada a dilapidar.

Y en respetar tales instituciones. De lo contrario son letra muerta. Como cuando la legislación establece que el Presidente de la Nación no puede despedir al Presidente del Banco Central sin dictamen previo del Senado, con justa causa, para resguardar su independencia, e igual se lo despide por decreto del poder Ejecutivo.

Ahí es donde juega un rol muy importante la sociedad.

Una sociedad informada, comprometida, consciente de la importancia de respetar las instituciones, es el último resguardo de la institucionalidad, porque hace más difícil pasarla por alto.

Con una sociedad desinformada, no comprometida, sin consciencia de la importancia de la institucionalidad, los distintos gobiernos repetirán una y otra vez la historia de fracasos.

Porque tendrá sentido intentar acceder al poder con la promesa de “resolver los problemas de la gente” para gobernar luego con la misma discrecionalidad y arbitrariedad de los gobiernos previos.

Pensar que a “la gente” no le interesa, ni está en condiciones de comprender, problemas complejos, alternativas de políticas públicas, funcionamiento de las instituciones, es menospreciar la inteligencia de gran parte de la sociedad.

Es un grave error.

Sólo es posible revertir una larga historia de fracasos políticos, económicos y sociales mediante una sociedad informada, comprometida y consciente de la importancia de respetar las instituciones que limiten la arbitrariedad en la conducción del Estado.

Pero eso requiere no subestimar la inteligencia de “la gente”.

Requiere, por el contrario, involucrar y entusiasmar a la sociedad con los grandes temas nacionales.

El análisis económico del día. Por Gastón Utrera.


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