Si el Gobierno tuviera éxito en su intento de que los sindicatos acepten aumentos salariales cercanos al 20% anual durante 2017, el resultado sería bueno a mediano plazo, porque favorecería sus objetivos de desinflación y reducción de tasas de interés.
Pero no sería tan bueno a corto plazo, desde el punto de vista de sus perspectivas electorales, porque continuaría bajo el poder adquisitivo de los salarios.
Aparece así la eterna disyuntiva entre priorizar el corto o el mediano y largo plazo.
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