El Gobierno parece algo sorprendido por la mayor inflación desde noviembre, y eso está alimentando propuestas de ajuste fiscal más agresivo. El riesgo es que el Gobierno finalmente decida tomar ese rumbo, costoso en términos económicos y políticos.
Inflación
Para reducir una inflación elevada como la actual se requieren dos conjuntos de políticas económicas: políticas fiscales, monetarias y cambiarias para reducir las presiones inflacionarias y políticas de ingresos para moderar la inercia inflacionaria.
De manera coincidente, los índices de la Ciudad de Buenos Aires y de la oposición en el Congreso muestran alta inflación entre noviembre y enero. Estos números, en medio de aumentos de tipo de cambio y tarifas, ponen en riesgo el cumplimiento de la meta oficial de inflación.
Los acuerdos de precios suelen fracasar, pero pueden servir en un contexto muy específico, cuando es necesario coordinar decisiones de ajustes de precios y salarios que ya vienen coordinadas a un ritmo elevado.
Es común pensar que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario y que, por lo tanto, los planes anti-inflacionarios monetaristas son adecuados. Pero cuando la inflación es elevada se activan fenómenos no monetarios, que requieren políticas económicas adicionales.
Tanto el anterior como el actual Gobierno advirtieron a los empresarios que, en caso de no moderar aumentos de precios, podrían abrir importaciones. Pero es una medida que no sirve para bajar la inflación, porque tiene un impacto acotado y por única vez sobre los precios.
El actual Gobierno retoma la idea del anterior Gobierno de que la inflación es consecuencia de mercados concentrados, y entonces acciones de defensa de la competencia sirven para reducirla. Esas acciones pueden beneficiar a los consumidores, pero no reducir la inflación.
El nuevo gobierno recurre a ideas económicas del gobierno anterior, como la amenaza con apertura de importaciones, la utilización de precios de referencia o el foco en los mercados concentrados. Nada de eso sirve para bajar la inflación.
El argumento de que precios de referencia sirven para bajar la inflación era falso cuando lo usaba el Ministro Kicillof para justificar Precios Cuidados y es falso también ahora. El sitio propuesto por el Ministerio de Producción para publicar precios difícilmente incida sobre la inflación.
Utilizar un enfoque de metas de inflación en el contexto actual, luego de una fuerte devaluación, en medio de aumentos de tarifas y sin estadísticas oficiales de inflación, puede requerir instrumentos adicionales a los habituales en este tipo de enfoques.
La elevada inflación de fines de 2015 hizo caer nuevamente el poder adquisitivo de los salarios, que quedó en diciembre casi 8% por debajo del nivel de agosto y casi 4% por debajo del nivel de diciembre del año previo. Caída que seguramente pondrá presión sobre paritarias.
Las metas oficiales de inflación para los próximos 4 años anunciadas por el Ministerio de Hacienda y Finanzas comienzan con un rango entre 20% y 25% para 2016, bastante ambicioso si se tiene en cuenta que el año comienza con una inflación muy elevada.
La inflación en diciembre, del 3.9% según la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del 6.5% según la provincia de San Luis, fue lo suficientemente elevada como para poner en riesgo el cumplimiento de la meta oficial de inflación para este año.
Los datos de inflación durante diciembre mostraron que era equivocada la hipótesis del Ministro de Hacienda y Finanzas de que una unificación cambiaria no aceleraría la inflación porque los precios internos ya reflejaban el valor de un dólar paralelo a $ 16.
Para que la reciente unificación cambiaria resulte exitosa, deberá cumplir tres objetivos: que no vuelvan las presiones cambiarias, que no se acelere la inflación y que logremos salir del atraso cambiario. Por ahora, sólo estaría cumpliéndose el primer objetivo.
Reducir la emisión de dinero no reduce automáticamente la inflación. El contexto actual requiere acuerdos para mantener precios y salarios durante el año y una política monetaria que, en lugar de liderar, acompañe el proceso.