El 40.5% de pobreza en el Gran Córdoba, reportado por INDEC para el 4to trimestre de 2016, que era exageradamente alto, se corrigió con la medición del 1er trimestre de 2017. La nueva medición provincial coincide en el nivel de pobreza, y muestra que los programas sociales provinciales inciden muy poco en ese nivel.
Pobreza
El Gran Córdoba tiene 17 mil hogares pobres cuyo jefe de hogar tiene déficit de empleo y experiencia laboral en la construcción, y un déficit de 24 mil viviendas entre los hogares pobres. Eliminar este déficit en 4 años generaría empleo para el 40% de aquellos jefes de hogar.
Un plan de viviendas que solucionara en 4 años el déficit habitacional de hogares en situación de pobreza generaría 7 mil empleos, equivalentes a más del 40% de los jefes de hogares pobres, con déficit de empleo y experiencia laboral en la construcción.
Al análisis habitual de considerar sectores competitivos y analizar cuánto empleo podrían generar conviene agregar un análisis inverso: qué tipo de empleos necesitan los hogares pobres, y qué sectores y con qué políticas podrían generarlos. Para 44 mil hogares del Gran Córdoba, la construcción podría generar esos empleos.
Solucionar el déficit de viviendas de los hogares pobres del Gran Córdoba podría dar empleo durante 4 años al 41% de los jefes de hogares pobres, desempleados o empleados en negro, con experiencia laboral en la construcción, además de otros impactos positivos sobre el resto de la economía provincial.
Gran parte de la pobreza en el Gran Córdoba es de carácter estructural, es decir, persistente aun en contextos de mejora económica, como el 6.4% de hogares con déficit de ingresos y, además, déficits de vivienda, educación y empleo, entre otros segmentos que suman más de la mitad de los hogares pobres del Gran Córdoba.
Es necesario comenzar a revertir el círculo vicioso consistente en más presión fiscal, menos competitividad, menos creación de empleo, más pobreza, más necesidad de ayuda social y más presión fiscal. Requiere pensar de manera conjunta las agendas de reducción de pobreza y de competitividad sectorial.
Un enfoque multidimensional de la pobreza muestra que, en el Gran Córdoba, el 6.4% de los hogares (12.9% de las personas) tiene déficit de ingresos, empleo, educación y vivienda. Un núcleo duro de pobreza, seguramente persistente aun en contextos de bajas tasas de inflación y desempleo, que requiere políticas específicas.
Gran parte de las fluctuaciones en la pobreza durante las últimas décadas se explica estadísticamente por la evolución de inflación y desempleo. Esto explica por qué podría bajar fuertemente durante los próximos años, aunque, para perforar el 17%, conviene pensar en una pobreza más estructural.
La pobreza es un fenómeno complejo, cuya medición requiere considerar varias dimensiones, adicionales a los ingresos del hogar. Considerar, además de déficit de ingresos, déficit de educación, de empleo y de vivienda, muestra una especie de pobreza estructural en torno al 20% en el país.
Políticas nacionales tienen más incidencia sobre la pobreza coyuntural, que se combate reduciendo inflación y desempleo, mientras que las políticas provinciales tienen más incidencia sobre la pobreza estructural, que se combate con políticas de educación, salud e infraestructura social.
Una vez que la pobreza descienda, a medida que vayan bajando la inflación y el desempleo, quedará pendiente sostener la estabilidad económica, para no volver a incrementar la pobreza, y reducir la pobreza estructural, que tiene a persistir aun en contextos económicos favorables.
El planteo de los economistas Acemoglu y Robinson de que las instituciones políticas que conducen a la concentración del poder y la arbitrariedad en las decisiones de los gobernantes generan pobreza es relevante para reflexionar sobre la pobreza en Argentina.
Si el Gobierno lograra reducir el desempleo en un punto porcentual cada año y tasas de inflación de 23% en 2017, 15% en 2018 y 10% en 2019, podría reducir la pobreza a la mitad del nivel actual, según surge de la estrecha relación entre estas variables durante las últimas décadas.
Calcular lo que se conoce como índice de malestar económico, que considera desempleo e inflación, permite comprender la estrecha relación de estas variables con la pobreza, y reflexionar sobre cómo fue posible una pobreza casi idéntica en los ’90 y los 2000.