Cómo evitar el fracaso económico

El análisis económico del día. Es equivocada la idea de que los recurrentes desastres económicos son consecuencia de una sociedad ignorante que siempre elige mal a sus gobernantes.

Es posible terminar con los desastres económicos cambiando las reglas de juego de la política sabiendo que quienes tienen que cambiarlas son quienes se benefician al no hacerlo.


Este año hemos tenido alta inflación, caída generalizada de la actividad económica, varias cotizaciones del dólar, alto nivel de pobreza.

No es la primera vez que ocurre. Las crisis económicas han sido una constante en la economía argentina de las últimas décadas.

Durante los últimos 45 años, economías estables como la australiana han tenido sólo dos recesiones. Argentina va por la décima (ver primer gráfico).

Gráfico recesiones

Pocos países han tenido alguna vez hiperinflación o deflación, dos enfermedades económicas muy agresivas pero infrecuentes. Argentina tuvo ambas en el término de sólo 10 años (hiperinflación en 1989 y 1990 y deflación entre 1999 y 2001).

Desde la recuperación de la democracia, Argentina nunca tuvo menos de 16% de pobreza, y en general tuvo, y tiene, niveles de pobreza muy altos, por efecto de la inflación, el desempleo, o por ambos a la vez (ver nota “Pobreza 40-20-30”).

Estos desastres macroeconómicos no salen gratis. 100 años atrás Argentina formaba parte del lote de países de mayor ingreso per capital del mundo, y hoy integra un amplio grupo de países de ingresos medios.

El segundo gráfico, con la evolución del ingreso per capita de Argentina, Australia y Canadá, muestra cómo los tres fueron semejantes hasta la década del 30, y cómo Argentina quedó atrás desde entonces.

Grafico ingreso per capita

Frente a esta historia de fracasos económicos, muchos argentinos creen que esto es consecuencia de que sistemáticamente elegimos mal a nuestros gobernantes, ya que todos ellos, independientemente de su ideología y pertenencia partidaria, terminan produciendo similares desastres económicos.

Y creen que si siempre elegimos mal, el problema tiene que estar entonces en la sociedad. Ignorante, amante del populismo y la dádiva, corrupta, o cosas por el estilo.

Se trata de una creencia extremadamente negativa. A fin de cuentas, si el problema es la sociedad argentina, no hay solución. Seguiremos sufriendo siempre desastres económicos.

Pero afortunadamente se trata de una creencia equivocada. Argentina está repleta de gente extremadamente talentosa, inteligente, trabajadora, honesta. Cansada de los desastres económicos y la decadencia social.

La ciencia económica está logrando explicar este tipo de historias de fracasos sistemáticos. Sin culpar a la cultura del país. Poniendo el foco en las instituciones (ver nota “Por qué fracasan los países”).

Puede parecer abstracto, pero es bien concreto.

Imaginemos un país que elige presidente dándole las siguientes reglas:

1.- Mandato de cuatro años, con opción a cuatro años más y la posibilidad de reelección indefinida si logra una reforma constitucional justificada con el argumento de que sin reelección se proscribe a quien venía gobernando.

2.- Banco Central a disposición para uso sin límites, para tomar sus reservas y emitir todo el dinero que desee, pudiendo así financiar cualquier déficit fiscal.

3.- Política fiscal a disposición mediante leyes de emergencia económica y otras formas de delegación de facultades legislativas para gastar sin límites, pudiendo incluso dibujar el Presupuesto sin necesidad de cumplirlo.

4.- Gestión de la deuda pública a disposición, sin límites, para emitir toda la deuda que desee o, incluso, para entrar en default.

5.- Posibilidad de contar con mayoría en el Consejo de la Magistratura, para designar o remover jueces a discreción.

6.- Mecanismos para condicionar a la prensa.

Con esas reglas, no es razonable esperar un manejo prudente de las políticas económicas. Los desastres económicos estarán prácticamente garantizados.

Por eso gran parte del mundo aprendió que el secreto para el desarrollo económico y la prosperidad no está en elegir a los gobernantes más lúcidos, honestos y capaces (si se logra dar con ellos, mejor), sino en imponer límites a su discrecionalidad para que, aun eligiendo mal, la economía esté a salvo de desastres.

Por eso las limitaciones constitucionales a las reelecciones, la independencia de los bancos centrales, los mecanismos y reglas para limitar la discrecionalidad en las decisiones vinculadas al gasto público, los impuestos y el déficit fiscal, la independencia de la justica, la libertad de prensa.

Cuando no se cuenta con este tipo de instituciones, el problema es cómo conseguirlas, cuando quienes tienen que realizar los cambios necesarios son quienes se benefician al no hacerlo.

Para superar esta dificultad hay que dejar de lado la hipótesis de que somos una sociedad ignorante, amante de populismos y dádivas y corrupta.

Y concentrarnos en cómo lograr instituciones, es decir, reglas de juego, virtuosas, que favorezcan el progreso económico y social, como existen en gran parte del mundo.

Al menos allí donde los ciudadanos pueden preocuparse menos por la economía y ocuparse más de las cosas que verdaderamente importan.

El análisis económico del día. Por Gastón Utrera.