La carta del desdoblamiento

El análisis económico del día. Un desdoblamiento cambiario, como propuso Aldo Ferrer, a pesar de sus contraindicaciones, podría ayudar a ordenar mejor el mercado cambiario.

Junto con el swap con China y un probable acuerdo con fondos buitre, es una carta disponible para evitar una crisis cambiaria en el camino hacia diciembre de 2015.


Desdoblamiento cambiario, como propuso en estos días Aldo Ferrer, economista cercano al Gobierno Nacional, implica distintos tipos de cambio oficiales para distintas operaciones.

Suele consistir en dos tipos de cambio: uno comercial, aplicable a las operaciones de comercio exterior (importaciones y exportaciones), regulado a través de intervenciones del Banco Central con sus reservas, y otro financiero, aplicable al resto de las operaciones, incluyendo el turismo, generalmente libre, sin intervenciones del Central.

Y frecuentemente incluye distintos tipos de cambio comerciales.

Estos esquemas cambiarios, comunes en Latinoamérica hasta los ’80, pasaron de moda por sus deficiencias.

Pueden inducir una reasignación ineficiente de recursos, generan incentivos a sobrefacturar importaciones y subfacturar exportaciones para obtener dólares a precios inferiores al dólar financiero, generan terreno propicio para la corrupción, entre otras.

Podría pensarse que ya tenemos un esquema de tipos de cambio múltiples. A fin de cuentas, hay un dólar oficial, un dólar tarjeta, un dólar paralelo, un dólar bolsa, y así con otros valores.

Pero no es lo mismo tener muchos tipos de cambio que tener un esquema de tipos de cambio múltiples.

Muchos tipos de cambio pueden obtenerse cuando algunos mercados son ilegales (como el dólar paralelo) o en el límite entre legalidad e ilegalidad (como el dólar bolsa y el contado con liquidación), o cuando se aplican impuestos u otros mecanismos impositivos (como la percepción impositiva para dólares ahorro o gastos en el exterior).

Pero en un esquema de tipos de cambio múltiples los distintos tipos de cambio son legales, y se obtienen directamente por medio de cotizaciones diferentes, en lugar de hacerlo indirectamente a través de instrumentos impositivos.

Si bien cobrar a un turista que viaja al exterior un tipo de cambio de $ 8.50 más un recargo impositivo del 35% es matemáticamente equivalente a cobrarle directamente un tipo de cambio de $ 11.50, en la práctica no lo es, ya que el recargo impositivo tiene límites (por ejemplo, la máxima alícuota del Impuesto a las Ganancias) mientras que el tipo de cambio diferenciado no los tiene.

Un desdoblamiento cambiario le permitiría al Gobierno ordenar mejor el mercado cambiario, reduciendo la salida de dólares por turismo de argentinos al exterior, aumentando la entrada de dólares por turistas extranjeros en Argentina y aumentando la entrada de dólares por compra de activos nacionales baratos por parte de extranjeros y de fondos argentinos en el exterior.

Podría eliminar todas las restricciones a la compra de dólares, eliminar así el mercado ilegal y dejar entonces de ocupar a la gendarmería para perseguir cueveros.

Y le permitiría intentar mejorar la competitividad cambiaria al subir el tipo de cambio sólo de sectores con bajo impacto inflacionario.

Podría criticarse su utilización por ciertos aspectos negativos, como la discrecionalidad que permite, pero esto no es, para el Gobierno, un defecto sino una virtud. Kicillof lo proponía, antes de ser funcionario, justamente para incidir, discrecionalmente, en la rentabilidad de distintos sectores.

También podría criticarse su inconveniencia a largo plazo, pero el horizonte para muchas medidas económicas llega sólo hasta diciembre de 2015.

Cabría preguntarse entonces por qué no fue adoptado hace un año, con el cambio de gabinete.

Si fuera porque el FMI se opone a estos esquemas cambiarios, tal obstáculo es hoy irrelevante. Ya nada queda del acercamiento al FMI. Hasta las estadísticas oficiales siguen con groseros dibujos.

De todos modos, nadie sabe si el Gobierno recurrirá a un desdoblamiento cambiario.

Probablemente el Gobierno tampoco lo sepa.

Pero se trata, junto con el swap con China y un acuerdo con los fondos buitre, de una carta disponible para tratar de evitar una crisis cambiaria.

El análisis económico del día. Por Gastón Utrera.